Quizá, mi destino era diferente a ser la clásica mujer que se casa vestida de blanco, aquella que sueña en convertirse en la esposa ideal y que desde pequeña hornea pastelitos rellenos de buenos modales, palabras ajustadas y sumisión absoluta.
Si cuando es si.
No cuando es no.
Un "no se" para toda la vida, porque la verdad reside en "los demás".
No, yo no nací para perder mi virginidad en la Luna de Miel y esperar a que me desnudaran para poder sentir calor dentro de mi. Nunca supe que era fingir un orgasmo, porque si un hombre no me lo daba, me lo entregaba yo misma. Conocí mucho de regalos personales y uno de ellos, era saberme dar gusto propio.
Tantas veces me sentí ajena al mundo.
A las costumbres, a las amigas, a los noviazgos.
Para mi las relaciones siempre fueron una clase de transacción en la que uno da lo que puede y recibe lo que le toca. Ni más, ni menos. Recíproco, sin medias tintas o entregaba todo o no podía ofrecer nada.
Claro que tuve desiluciones, por supuesto que lloré, pero eso, era cosa de dos días. Al tercero ya estaba pensando que ponerme de ropa interior para mi próxima cita. Así es, que culpa tenía mi cuerpo de esas injusticias de la soltería, él, no debía pagar las facturas de un corazón roto.
Quizá mi destino nunca fue como aparentemente debe ser, porque así nos programan desde pequeñas; a comer una ensalada cuando en realidad queremos pizza con tres capas de queso. A usar vestido porque eso nos hace más femeninas, quién dice que esos trozos de jeans pegados al cuerpo no nos hace ver irremediablemente sexys.
Me dijeron que decir palabras fuertes era malo y de ser honesta lo que más me excitaba eran esas sucias palabras, que se susurran al oído.
Me enseñaron muchas cosas.
Y lo que más me complace es haber aprendido a ser MUJER, a ser simplemente YO.
Ni más débil, ni más fuerte que otras, simplemente intensa como lo clamaba mi alma.
Aprendí a no sentirme aprisionada por lo que aquellos cautivos de apariencias opinen sobre mi libertad. porque cuando se quejan de ella... Yo, los abrazo con mis alas y entonces me permito volar.
-Confesiones de Matilde.
