viernes, 25 de diciembre de 2015

Mi enamorada se ha hecho un piercing vaginal sin consultarme y estoy furioso. Me niego a tener sexo con ella. ¿Qué se puede hacer?




Seguramente su dama ha procedido con la intención de amenizar vuestra sexualidad y de potenciar la intensidad del placer mutuo, pero como en el Campo de Venus este asunto afecta por lo menos a dos, quizá haya errado al actuar inconsultamente.  Todos los piercings genitales (los hay destinados al clítoris mismo, sólo a su capuchón y los que se insertan en los labios vaginales) pueden retirarse, con el sólo riesgo de dejar una cicatriz, cuya magnitud depende de la piel de la portadora y del tamaño y material de la joya.  Ante el hecho consumado, podría deponer su furia y darle la oportunidad al adminiculo.  Si persistiera su disgusto, encuentre una bonita forma de decirle a su dama: “el piercing o yo”.





¿Verdad que existen “terapeutas sexuales” especializados en ayudar en la iniciación sexual a los jóvenes?


Los terapeutas o asistentes sexuales son personas expertas en el acto sexual, en producir placer y en encontrar las formas de obtenerlo; guían a sus pacientes para afrontar problemas sexuales (frigidez, impotencia o disfunciones derivadas de alguna discapacidad) y mejorar su vida en ese ámbito.  Cuando estos necesitan prácticas además de diálogos, los terapeutas se llaman “sustitutos sexuales”, y no serían prostitutos, pues no “venden sexo”.  Los asalariados del placer tienen una finalidad pecuniaria mientras que estos especialistas apuntarían a “sanar”.  Usted confunde las cosas: la iniciación sexual no tiene por qué considerarse como un problema que requiera ayuda calificada.


A mi amante le gusta ingerir mi semen y yo disfruto viéndola. ¿Es una enferma porque le guste eso y yo por quererlo?



Ni la voracidad de su dama ni el goce que éste le proporciona son dignos de tal calificativo.  Así como hay hombres a quienes el destino de su emisión seminal les es completamente indiferente, hay, como usted, quienes disfrutan extraordinariamente de que el receptáculo sea la oralidad femenina.  Y así como muchas mujeres rechazan visceralmente tal proceder, las hay como su amante, que alcanzan así las cimas del placer.  Ésta es una práctica aún tabú en Occidente, mientras que en otras culturas es vista como natural y beneficiosa.  Ustedes han hallado un goce mutuo que no tiene por qué atribularlo, siempre y cuando esté completamente seguro de no ser portador de ninguna enfermedad de transmisión sexual.


Una pareja de amigos afirma que el secreto de su felicidad sexual obedece a que practican el swinging una vez al mes. ¿Me lo recomendarían?






Imposible vaticinar si el swinging (actividades sexuales de intercambio de pareja) sería recomendable en vuestro caso, y quizá tampoco ustedes puedan predecirlo.  Los riesgos son la irrupción de los celos y el involucramiento afectivo con un tercero.  Según los defensores del “swinguerismo”, estas posibilidades están negadas, pues la pareja lo realiza de común acuerdo, permite diversificar su sexualidad, elimina la infidelidad y destierra lo romántico incluyendo lo exclusivamente genital.  Los celos se desactivarían al saber que la pareja no busca amor ni algo permanente, sino un momento de sexo sin compromiso.  Todo esto suena sensato, pero no todos están hechos para ser dichosos espectadores del goce de su pareja con un tercero.

Mi nueva enamorada se excita haciéndome cosquillas durante el sexo y no lo soporto. ¡Qué puedo hacer?




Aunque la definición misma de las cosquillas incluye la sensación de disgusto (“cierta conmoción desagradable que suele provocar involuntariamente la risa”), muchos se consideran muy hábiles en el arte de cosquillear como disparador de la libido; su dama pareciera contarse entre ellos.  Estudios realizados postulan que las cosquillas propician la generación de endorfinas, estimulando el deseo sexual.  Pero usted prueba que lo que para algunos es interruptor mágico del deseo y experiencia casi orgásmica es, para otros, auténtica tortura.  Ya que usted ni siquiera encuentra divertidas las cosquillas sexuales de su dama, revéleselo y rebélese.

Mi novio quiere tener sexo durante mi menstruación, pero eso me incomoda. ¿Verdad que existe una “copa menstrual” que lo permite cómodamente?




La copa menstrual, poco conocida en nuestro medio, es muy apreciada en otras latitudes.  Es un recipiente de látex, silicona o plástico quirúrgico que se inserta en la vagina para que en él se deposite el flujo menstrual, que queda allí contenido hasta su extracción y desecho.  Representa evidentes ventajas en la práctica de los juegos preliminares para aquellos a quienes la sangre inhibe, pero sólo la copa desechable –las hay otras, concebidas para todo el período menstrual- está diseñada para usarse durante la penetración, pues es flexible y suave, semejante a un diafragma, aunque no es anticonceptiva ni protege contra enfermedades.  Portando la copa podría usted tener sexo como si no menstruara, pero ignoramos si su caballero, quizá dado, como algunos, a gozar de las calendas purpúreas, encuentre en ello contento.


Tengo la enfermedad de La Peyronie, que impide la penetración y causa dolor durante la erección. Temo operarme. Dicen que quedaría con disfunción eréctil. ¿Es verdad?




La operación no tendría por qué acarrearle mayores ni peores problemas que los que ahora enfrenta.  La cirugía que apunta a corregir la curvatura peneana que impide la penetración y causa el dolor que ahora padece, tiene, como toda intervención quirúrgica, posibles complicaciones.  Las más frecuentes en este caso son la disfunción eréctil, la corrección sólo parcial y la recurrencia, pero el especialista elegirá el tipo de intervención menos riesgoso.  Examine pros y contras, el ahora y el posible después, y quizá vea que no hay mucho que perder, frente a la posibilidad de recuperar los placeres de su pretérita vida sexual.


He tenido sexo hace dos días y tengo náuseas y los senos hinchados. ¿Estoy alucinando o puedo estar embarazada?






De poder, puede, sobre todo si –como su consulta indica- no ha tomado usted las precauciones debidas.  Dificultamos, sin embargo, que sus náuseas e hinchazones sean síntomas de embarazo, pues estos suelen aparecer después de dos semanas (o más) de la concepción, de la que puede sospecharse también al retrasarse la menstruación.  Quizá su temor a embarazarse y cierta tendencia hipocondriaca la estén llevando a somatizar vómitos y prominencias, pero no descartemos que la aqueje algún mal hepático, digestivo u hormonal.  Acuda al médico para descartar esto último, pero sobre todo para empezar a cuidarse como la cordura manda.